LA
VENTANA
Cada ser humano es una ventana a un mundo mágico…
¡No las rechaces!
En una sala de hospital para enfermos desahuciados, había una veintena de
personas en las mas tristes condiciones.
Uno de ellos tenia su cama junto a una ventana. Todas las mañanas hacia un gran
esfuerzo por incorporarse y, después de mirar un largo rato, comenzaba a
contarles a sus compañeros lo que estaba viendo en la calle arbolada, pletórica
de vida les hablaba de los pájaros que hacían nido en el hueco de una rama, de
las flores, de las sombras del follaje en la acera, de los celajes, de los niños
que saltaban o jugaban al trompo o a las canicas, de los que esperaban el autobús
que los llevaría a la escuela. Luego les explicaba lo que creía que hablaban
las jóvenes amas de casa al encontrarse rumbo al supermercado.
Conforme iba pasando el día les hablaba de los vendedores ambulantes: del
hombre con el carrito de los helados del que vendía gelatinas, de los lecheros,
del cartero y hasta de la viejecita dulce que salía ansiosa a buscarlo para
mostrar su regocijo o su tristeza si recibía o no carta de su hijo o de su
nieto, quien sabe en que tierras lejanas.
Llegaba la tarde y las historia continuaban como en telenovela: un oficinista
entraba a la panadería para llevar una sorpresa a su familia; salía gente del
cine de la esquina; empezaban a vender antojitos en la acera; volvían a
encontrarse los novios en el quicio de la puerta, junto a la barda llena de
bugambilias llovía y las baldosas brillaban como si reflejaran estrellas. Las
noches de luna el farol. En fin, el enfermo iba desgranando gemas de vida que
compartía con sus compañeros.
Un día, otro de los enfermos, envidioso de que aquel hombre tuviera la fortuna
de tener una ventana, decidió salir de su lecho durante la noche y, arrastrándose
como pudo asfixio con su almohada al de la ventana. A la mañana siguiente,
cuando en la clínica se dieron cuenta de que había muerto el juglar y luego de
escuchar los lamentos de los demás, aceptaron oír al envidioso que les rogaba
le concedieran el honor de ocupar el lugar que había dejado vacío quien tan
maravillosamente distraía a todos con sus historias. Se lo concedieron.
En realidad, el enfermo asesino pensaba mas en disfrutar de la vista a travez de
la maravillosa ventana, que en narrar a sus compañeros lo que contemplaría. El
hombre estaba emocionado invadido de la ilusión de poder disfrutar el fresco de
la mañana, de poder ver las flores, los arboles, la actividad vital que bullía
fuera del triste galerón donde los tenían confinados. En cuanto lo instalaron
en la cama, con especial excitación y nerviosismo, intento asomarse por la fantástica
ventana. Después de un gran esfuerzo, logro hacerlo.
Tras los cristales había, simplemente, un muro de ladrillos. Cuanto habían
escuchado tan primorosamente narrado, era proveniente de la vida interior que
tenia el hombre que el había matado. Nada tenia que decirles a sus pobres compañeros.
El no pudo tomar el lugar del juglar, del ruiseñor, por que en su propio
interior solo habitaba la oscuridad.
La enseñanza que se desprende de este relato es que: cada persona que nos rodea
es una ventana posible, a través de la cual, para quienes sepan ver, percibirán
todo un mundo de nuevos pensamientos, todos podemos aportarnos algo, los unos a
los otros. Démonos unos minutos para aceptar y corresponder aun saludo, para
sonreír al que esta junto a nosotros en el elevador, para asomarnos a su
ventana particular
Detengámonos a palpar todo lo que el mundo nos brinda, sobre todo a distinguir
que , detrás de ese conglomerado llamado gente no todas las personas son
iguales… existen personas especiales, únicas e irrepetibles.